domingo, 1 de noviembre de 2015

Gateway - Idem



Año: 2015
Sello: Hellthrasher Productions
País de origen: Bélgica

Horrendo, tortuoso, grotesco, malévolo. El primer disco de esta one man band es una turbia exhibición de torturas medievales, algo así como lo que muestra la portada, ejecutadas lenta y brutalmente. Doom y Death unidos como si fueran 2 partes de un mismo cadáver, emanando olores pútridos que difieren entre sí, pero que, al fin y al cabo, huelen a putrefacción.
Robin Van Oyen se sumerge en tiempos tan alejados del nuestro, en donde mazmorras llenas de elementos de tortura eran usadas como medio de supuestas purificaciones espirituales, torturando a todo aquel que osase contrariar los dogmas religiosos imperantes. Su música es tan oscura como la vida en tiempos oscurantistas. Es tan pesada como la atmósfera que se respiraba en tan sombríos lugares. Es tan fúnebre como la muerte misma y es tan aberrante como la tortura en manos de cualquier fanático. El autotitulado debut discográfico de Gateway es tan Death como Doom, más allá de que rara vez acelera. Si bien hay algunas partes rápidas -aunque esa velocidad nunca es extrema-, lo que predomina aquí es la pesadez agobiante y la lentitud mortuoria. Para ponerlo en términos más claros, hay influencias de Winter, Sorrow, el material más lento de Cianide o Rottrevore; e incluso, me animo a nombrar a Evoken en su faceta más perversa y menos melódica. O sea, acá no hay halo de luz que penetre entre las rendijas del calabozo sonoro levantado por Van Oyen.
Detalles que hacen al aura macabra que predomina en esta placa. El disco fue grabado en una ciudad belga llamada Brujas, algo que puede parece estúpido, pero que ayuda a darle un aura fría y húmeda al disco, pues dicha ciudad se caracteriza por sus climas lluviosos y fríos, además de la arquitectura del lugar (aconsejo ver fotos de dicho lugar). A eso hay que sumarle que la imagen que vemos en la portada, llamada "Das Streckbett", no sólo es tenebrosa, sino que pertenece a un artista desconocido del siglo 18, detalle que aporta misterio a la obra. O sea, pareciera que todo conspiró para que Robin haya encontrado toda la inspiración que necesitaba para crear tan brutal, lenta y terrorífica pieza musical dividida en 8 tracks (una intro entre esos tracks) que mutilan el alma y dejan el ánimo por el piso a cualquiera.
¿Querían Death Doom del más cáustico y aberrante? Acá tienen una dosis letal.

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