jueves, 19 de septiembre de 2013

Coffins - The Fleshland


Año: 2013
Sello: Relapse Records
País de origen: Japón

Si hay un país que sea un noble servidor a la causa “Puro Ruido” ese es Japón, y con esto no estoy descubriendo nada nuevo, los orientales se caracterizan por romper todo los parámetros establecidos y por establecer, no solo dentro del mundo de la música sino de la cultura en general, por lo que para los que estamos de este lado del meridiano en ocasiones se nos complica comprender su tamaño grado de “limadura”, en consecuencia al momento de valorarlos no hay términos medios, o los odias o los adoras… y sí, como es de suponer, aquí nos encontramos nosotros admirando cada genialidad que sale de sus retorcidas mentes. El caso de la placa que nos ocupa en esta oportunidad es conocido, ya que se trata de una banda reincidente en esto de hacer ruido. Coffins se ha caracterizado desde un principio por practicar un Doom Death de la vieja escuela, crudo, denso y directo, sin muchas vueltas, pero siempre arrastrándose en terrenos pantanosos, donde evidentemente se sienten más cómodos. Si bien la tendencia Doom prevalecía, con el pasar de los álbumes el Death comenzó a tomar un mayor protagonismo en su propuesta, por lo que no era de extrañar que el siguiente paso fuera hacia sonidos un poco más agresivos, sin embargo pocos esperaban que la evolución condujera a este monumental “Fleshland”, su cuarto larga duración (entre numerosos splits y EPs) y la vuelta de tuerca definitiva (?) en la búsqueda del sonido propio. En esta ocasión bajo el ala de Relapse Records, los japoneses se despachan con el disco más agresivo y completo de su carrera (a mi entender), sin dejar de lado su impronta Doom por supuesto, pero inmerso en un aura crustosa que aporta la cuota de violencia que todo amante de los sonidos extremos sabrá valorar. Si hablamos de influencias, la vieja escuela del Death de Estocolmo está más presente que nunca, además de las ineludibles referencias a Hellhammer, Obituary, Autopsy y Asphyx entre otras.
“Here Come Perdition” abre la placa con una breve intro que nos sumerge en un mundo de putrefacción seguido de un riff cargado de Doom para luego arremeter con toda la furia del viejo y querido Death Metal amasado por las luminarias anteriormente mencionadas, con un riff marca Tom Warrior, ideal para el headbanging. “Hellbringer” acentúa la idea con un toque más Crust y sin dar respiro  nos deja en claro que esto no es para flojos. Impresionante comienzo a pura violencia. Pero ojo, a no endulzarse demasiado ante la bravura de los dos anteriores, “The Colossal Hole” nos recuerda ante quienes estamos y nos arrastra hacia un calvario Doom/Sludge asfixiante como al que nos tenían históricamente acostumbrados, oscuridad y mala leche a borbotones. Cambio de ritmo acelerando la marcha que no es más que un espejismo mientras seguimos sumergiéndonos en la desesperación hasta que cuando ya parecemos irremediablemente hundidos en el pantanoso claustro, “No Saviour” llega para sacarnos de los pelos y patearnos el culo repetidamente. Una bestialidad empapada de Crust rayando el Grindcore que nos deja atónitos, bienvenido blast beat a esta carnicería. Corte Doom y vuelta al Crust. Aún atontados tras ese mazazo, nos regresan al Doom con “The Vacant Pale Vessel”, esta vez pisando fuerte con un riff machacón que se va ralentando hasta reptar con otro riff viscoso y denso cual magma ácido buscando la superficie. Con “Rotten Disciples” vuelven a la carga con vehemencia y crudeza llevándose todo por delante, llegando a volverse totalmente caótico por momentos. Lo mismo ocurre con “Dishuman” donde un riff primitivo, consustanciado con lo mejor del viejo Death Sueco y la corrosión del Punk (como sucede a lo largo de casi todo el redondo) desata toda su fiereza, gancho mediante, para desmadrarse otra vez hacia el final. Temazo. “The Unhallowed Tide” comienza más trabado, sin perder un momento la agresividad, acentuando el caos, mutando con el correr de los minutos a su genérico Doom de medios tiempos gordos y plúmbeos que se repiten incesantes y dolosos hasta exterminar el último atisbo de fe sobre la tierra. Para cerrar los Coffins se guardan otra joya, de esos himnos instantáneos cuyo coro exige ser garganteado a morir con los puños en alto “TOR-MEN-TO-PIA”!!! Tema ideal para ser cocinado en vivo sin ninguna duda y para coronar una obra sobresaliente y brutal.
Del sonido se puede decir que es crudo, quizás no tanto como el antecesor “Buried Death”, pero en menor medida lo es, así se puede apreciar en el caso de la batería que por momentos suena hasta desprolija, cosa que a muchos molesta pero que personalmente me fascina, lo veo como una declaración de intenciones. En tiempos donde prevalece la técnica y la rapidez en la digitación ellos ponderan la crudeza y el riff. En tiempos donde la pulcritud del sonido digital se devora la “humanidad” de las ejecuciones ellos se atreven a sonar desprolijos y agresivos. Aclaro que esto no es una crítica en contra de los que utilizan estos recursos, simplemente estoy convencido que ambas caras son parte de la misma moneda y pueden convivir juntas, ya que se necesitan bandas como Coffins que se animan al “potrero”, a ensuciarse, a jugar con tierra para mantener viva la esencia del estilo (o los estilos). En fin, los japoneses como de costumbre dan que hablar, y en este caso Coffins no se quedan atrás, facturando un trabajo que seguramente va a estar entre los mejores del año, eso sí, exquisitos abstenerse.

Bandcamp
Facebook
Website
My Space
Reverbnation

No hay comentarios: