Año: 1998
Sello: Metal Blade
País de origen: Inglaterra
Por muchas razones, Bolt Thrower son una de mis bandas favoritas. Porque son únicos en el manejo del Groove dentro de un estilo en donde no resulta nada sencillo meter groove, haciendo que este prime por sobre la brutalidad. Porque tienen la capacidad de hacer algo sencillo, pero sin ser simplones, engendrando composiciones fáciles de recordar, pero difíciles de concebir. Es que hacer dejar de lado la parafernalia técnica, toda la pirotecnia propia del músico de Death que quiere meter mil notas por minuto, sobre una base que no da respiro, para privilegiar el gancho y la fuerza por sobre cualquier otra cosa, es algo que debe caer en las manos adecuadas, o se corre el riesgo de sonar aburrido y cuadrado. Bolt Thrower jamás cayeron en una trampa u otra, y siempre fueron únicos, inigualables en lo suyo. Empezaron siendo una de las bandas más extremas de la movida Extreme británica de finales de los 80s, y terminaron creando algo tan original, que resulta imposible confundirlos.
Pero, y como si fuera poco, los ingleses son una banda integra, absolutamente intransigente cuando se trata de su arte: no se venden, no claudican, y tienen el mando de sus obras siempre. Es así que han creados obras como "Mercenary", un discazo que exuda sinceridad, energía, fiereza, estupendas ideas, y una personalidad incomparable. "Zeroed", "Mercenary", "To The Last...", "Powder Burns" (con esa clásica intro que se repite en cada disco, al menos en un tema por disco) y "No Guts No Glory" pegan en la fibra más sensible del oyente, levantan hasta a un muerto con ese groove infernal, denso y portentoso a la vez. O sea, son himnos dignos de un grupo como el que no hay dos. Bolt Thrower: más allá del bien y del mal.
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