Sello: Metal Blade records
País de origen: Francia
Tengo mis dudas ¿cual es el mejor disco de Black Metal del 2011? ¿El de Taake o este? Sinceramente, me cuesta horrores decidirme, pues ambos grupos han editado obras monumentales. Pero vamos a lo que importa ahora, ya: Glorior Belli, una fabulosa banda francesa que, como casi todos los grupos que exporta Francia en materia de Metal negro en los últimos años, la rompen. Y si vienen de Francia, y hacen Black, entonces hay que esperar cualquier sorpresa. ¡Y vaya si las hay! Rockerísimos, coqueteando con el Grunge más negro y metiendo riffs y ritmos netamente blueseros en medio de un mar de alquitrán, los franceses apabullan con clase, ideas y violencia. Este genial cuarto opus de los galos muestra algo que se veía venir, algo que ya esperabamos los que escuchamos los 3 trabajos anteriores: una verdadera joya llena de maldad y oscuridad luciferiana. De seguro que los más True, los blackers más acérrimos, van a poner el grito en el cielo, pues por momentos se van del Black Metal sin tapujos. Es que los Glorior Belli hacen lo que se les canta, todo dentro de la fría maldad del género más jodido en la historia del Metal, pero sin aferrarse a dogmas ni respetar límites impuestos por otros: ellos imponen sus propios límites (y los rompen, también), hacen sus reglas y dictan sentencia de muerte a todo aquel que se anime a objetarles tanta audacia y originalidad. Metal Blade clavó un golazo al contratar a una de las más excitantes bandas de la actual escena Blacker. Y cómo no contratarlos, si los tipos vienen amenazando con sacar un disco como este desde aquel debut del año 2005 titulado Ô Laudate Dominvs, otro gran disco.
Por cierto, es innegable que, además de la audacia que exhiben, los Glorior Belli poseen ese plus de locura necesaria como para sobresalir por sobre el montón de banditas conformadas por estúpidos que juegan a ser locos. Estos tipos no juegan: son lo que parecen. Si hasta me atrevo a decir que su música es de lo más narcótico que se haya escuchado en materia de Black Metal, junto a otra honrosas excepciones. A tal punto llega esa cualidad (lo de ser narcótico) que digo lo siguiente: si la música de Glorior Belli viniera en polvo, me la inyectaría hasta volverme un adicto irrecuperable.
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